Crusaders es el tricampeón del Super Rugby
Fue 19-3 para los neozelandeses que dominaron a lo largo de
los 80 minutos. El equipo argentino peleó hasta el final, pero no le alcanzó.
Igual, hizo historia.
Como los árboles de Alejandro Casona, Jaguares murió de pie.
Jugó un partido que no admitió reproches, aunque sí algunos errores, y cayó con
el mejor equipo del mundo: Crusaders lo venció 19-3 y se consagró campeón del
Súper Rugby por décima vez y tercera al hilo. Quedará una sensación que más que
consuelo será motivo de orgullo: humanizó a un conjunto repleto de All Blacks y
le vendió carísima la derrota.
La coincidencia respecto a los méritos de Jaguares para
haber llegado a la final del Súper Rugby era absoluta. Y quedó demostrado en
una primera mitad en la que la supuesta gran diferencia de jerarquía en favor
de los neozelandeses, con múltiples All Blacks en su equipo, no existió.
El
conjunto argentino defendió bien y, lo más meritorio, incomodó a Crusaders en
su propio territorio.
Con un gran tackle (91% de eficacia), destacándose un
Lavanini activo a la hora de parar las embestidas rivales, los de Quesada
contuvieron a su rival pese a que la primera pelota perdida, a los 20 segundos
de juego, paralizó más de un corazón. Y Crusaders se encontró en un territorio
desconocido: el de la falta de certezas a la hora de llegar al ingoal
contrario.
Los argentinos, poco a poco, comenzaron a hacerse dueños del
juego, siendo los que proponían. Pecaron en el line, lo que les impidió jugar
una mayor cantidad de pelotas limpias, y tuvieron dificultades con la defensa
muy arriba de Crusaders, una decisión arriesgada pero eficaz para combatir el
picante del ataque de Jaguares, que había quedado en evidencia en la semifinal
con Brumbies.
La buena disciplina del equipo permitió que no llegaran
penales en contra sino hasta pasada la media hora de juego, aunque antes de
eso, Crusaders, bien al estilo All Black, aprovechó la única que tuvo tras un
gran robo de Matt Todd a Joaquín Díaz Bonilla y una escapada de Sam Whitelock
para que apoyara Codie Taylor. Fue, al cabo, la diferencia: en la que tuvo el
equipo argentino, el local resistió (también con un poco de suerte).
Casi 50 minutos tardó Crusaders (por culpa de Jaguares,
claro está) en hacer una jugada en la que su potencial quedara a la vista. Y
fue Ortega Desio quien salvó providencialmente, sostenido siempre por un tackle
que llevó a los locales a pedir palos, luego de reiterados intentos
infructuosos por apoyar, para ponerse 10 arriba, una diferencia importante para
lo que no dejaba de ser un duelo cerrado.
Jaguares padecía porque, con un Díaz Bonilla lejos de estar
fino, no sólo se volvía difícil atacar, sino también salir de situaciones que
se volvían apremiantes. Y una progresión que antes se había visto erosionada
por la presión de Crusaders ahora sumaba el inconveniente extra de los errores
de manejo propios. La movida de Quesada cambiando a la pareja de medios con
casi 20 minutos por delante fue la prueba cabal de que las cosas no estaban
funcionando.
Y no hubo caso, porque enfrente el pie de Richie Mo’unga no
fallaba, la presión bien arriba de la defensa de Crusaders no dejaba pensar y,
sin tiempo para usar la cabeza contra el mejor equipo del mundo, todo se volvió
una empresa demasiado compleja.
La derrota, al cabo, no deja de tener lógica. Sin embargo,
si de lógicas se trata, Jaguares construyó la suya y hoy es un equipo
respetadísimo en el plano internacional -una muestra: Pablo Matera, en su
última aparición en el equipo, fue elegido como el hombre del partido-. Y la
gran parte de estos jugadores tendrá revancha con la camiseta más especial en
un año mundialista antes de, el año próximo, embarcarse en lo que ya no será un
sueño, sino un objetivo.
Los jugadores de Jaguares van a recibir el reconocimiento del puñado de argentinos que se hizo sentir en la helada noche de Christchurch. pic.twitter.com/68B7HQ06EP— Mauri Codo (@mauricodo) 6 de julio de 2019
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